Preparar un viaje es igual o más placentero que viajar

Para algunos, los preparativos de cualquier viaje pueden resultar engorrosos, pero para otros se convierten en un procedimiento tan placentero que complementa y enriquece al viaje. Cuando estas sentado en casa sentado leyendo una guía del lugar que quieres visitar, tomando nota en un mapa sobre los lugares que vas a admirar, cuando imaginas los objetos que quieres comprar o la gastronomía que probarás, en ocasiones, tu mente ya está viajando.

Adelantarse de esa forma, en ocasiones disfrutamos más que el viaje en sí: tal vez al llegar a la tierra soñada resulta no ser tan idílica como lo habíamos pensado, o difiere de muchos aspectos referidos por la guía de viajes, o la mirada de algunos otros viajeros.

Tanto es así, que existen algunas personas que nunca han salido de su lugar de origen y se han convertido en grandes viajeros. Xavier de Maistre, que tras diversos accidentes en sus intentos de viajar, decidió quedarse en su casa a escribir un libro de viajes sobre todo lo que descubrió dentro de su habitación.

Tuvo tal éxito que más tarde escribió una segunda parte sobre todo lo que encontró a través de su casa. Los títulos de los libros, fueron Voyage autor de ma chambre (1794) y Expédition nocturne autor de ma chambre.

El caso más singular de el disfrute de no viajar pero imaginar que lo haces, fue el del Duque des Esseintes, quien vivía en las afueras de una mansión de París. El duque odiaba tanto la estupidez humana que evitaba los sitios públicos. Al visitar una aldea vecina solo logró sentir odio por la gente.

Desde entonces decidió pasar sus días enteros en cama. Pero al ser un devorador de libros, sentía deseos de viajar a los lugares descritos en las novelas. Cuando leyó a Dickens le llegó la necesidad de viajar a Londres. Cuando se encontraba dispuesto a hacerlo, ordenó a sus sirvientes a preparar su equipaje y realizó no pocos de los preparativos que describe Alain de Botton en su libro “El arte de viajar”.

"se vistió con un traje de lana gris, unos botines de cordones, un bombín y una capa de macferlán de color azul lino, y cogió el primer tren a París. Como disponía de tiempo antes de la salida del tren de Londres, visitó la liberaría inglesa Galignani´s en la Rue de Rivoli, donde se compró la Guía de Londres de Baedeker".

Des Esseintes se sumió en las maravillosas descripciones de Londres. Tomó un trago en un bar cercano frecuentado por clientes en su mayoría ingleses. Y recordando todo lo que había leído, se sintió muy british. Y al vivir esta experiencia mental y virtual, sintió una gran pereza de viajar realmente a Londres: tendría que pelearse con el mozo, soportar pasajeros y demás imprevistos.

De hecho, muchos japoneses sufren una gran decepción al visitar París y descubren que no es tan bonita, limpia y ordenada como lo habían imaginado.

"Permaneció en su quinta y se rodeó de una serie de objetos que facilitaban la faceta más gratificante del viaje, su anticipación. Sus paredes estaban decoradas con grabados de colores que, como en los escaparates de las agencias de viajes, mostraban ciudades extranjeras, museos, hoteles y barcos de vapor con destino a Valparaíso o el Río de la Plata. Enmarcó los itinerarios de las principales compañías navieras y empapeló con ellos su dormitorio. Llenó de algas un acuario, compró un velero, algunos aparejos y un tarro de brea y, con su ayuda, fue capaz de experimentar los aspectos más placenteros de un largo viaje por mar, exento de todos sus inconvenientes."